Espiritualidad Salesiana

Don Bosco enseñó a sus salesianos y a los jóvenes a quienes servían que era fácil ser santo. «Hagan las cosas ordinarias de forma extraordinaria», les decía. Les enseñó que no era necesario buscar maneras extraordinarias de ser santo ni de practicar la virtud. «Acepten lo que el día les traiga». Les enseñó a hacer simplemente lo que tenían que hacer cada día, pero hacerlo bien y ofrecerlo como oración.


La espiritualidad de los Salesianos fue moldeada en diferentes épocas por cuatro grandes santos: San Francisco de Sales (1567-1622), Santa Juana de Chantal (1572-1641), San Juan Bosco (1815-1888) y Santa María Mazzarello (1837-1881). También ha sido profundamente influenciada por las valientes y alegres aportaciones de un número cada vez mayor de jóvenes, entre ellos Santo Domingo Savio (1842-1857) y la Beata Laura Vicuña (1891-1904).


La espiritualidad salesiana no tiene nada de complicada; es tan sencilla como profunda. Estaba dirigida a todos, independientemente de su posición social. El primer libro que San Francisco de Sales escribió sobre espiritualidad, Introducción a la vida devota, fue escrito para una joven casada con familia. Don Bosco escribió libros de espiritualidad para jóvenes y enseñó a sus colaboradores a usar un método educativo basado en la razón, la religión y la bondad amorosa. Santo Domingo Savio, siendo adolescente, pudo decirle a un niño nuevo en el oratorio de Don Bosco: «Aquí hacemos que la santidad consista en ser alegres». Las herramientas del salesiano son la Eucaristía diaria, la devoción a María y una vida alegre que ofrece el trabajo diario como una oración.